Solo por hoy, puedo poner toda mi buena voluntad para ir mejorando la impaciencia. Para conseguir vivir sin impaciencia necesito cambiar yo, cambiar mis hábitos, la forma en cómo organizo mis 24 horas, una transformación profunda de mi manera de vivir. Salir con más tiempo de los sitios, no acumular excesivas responsabilidades, asignarlas tiempos, dar prioridades; derrotarme ante la impaciencia en las tareas del trabajo, al andar, al hablar, al comprar, en mis movimientos, en casa, ante los problemas. A base de ir cambiando mi actitud ante la impaciencia podré ir liberándome de ella, podré conseguir que ese cambio de actitud se refleje también en mis relaciones; poder dedicar un tiempo para escuchar, ponerme en el lugar de la otra persona, intentar comprender sus motivos, saber esperar para hacer, decirla lo que yo considere oportuno, en el momento, en el lugar, de la forma adecuada. Cuando me derroto ante la impaciencia sale mi mejor parte, esa que demuestra un interés, no manipulador, la que intenta hacer, decir las cosas sin hacer daño, verdaderas ganas de ayudar, sale la parte que muestra afecto, amor. De esta manera logro liberarme de estos sentimientos que perjudican, a mí, a los demás; los que hacen que salga mi peor parte, esa que manipula para sentirme seguro, tranquilo; la intransigente, la conflictiva. Ir conociendo a la impaciencia, reconocerla cuando aparezca, derrotarme ante Ella, es el camino que me lleva a la buena vida.
