Hoy he recaído. Estoy solo, sucede algo que me altera, más tarde encuentro a la persona que lo ha provocado; creo que tengo que decírselo, no me detengo a ver en qué estado emocional me encuentro en ese momento, lo digo, de la manera que suelo hacerlo cuando estoy alterado, mal. Siento que lo podría haber hecho de otra manera, sin conflicto. Vuelvo a darme cuenta de que, aunque lleve razón, los conflictos siempre perjudican, a mí, a los demás. La impaciencia, hoy, me ha manejado, no me ha permitido sentir mi estado de ánimo, me ha hecho actuar de forma impulsiva, buscando la solución, ya. Hoy ha sido un pequeño conflicto; sino me derroto ante los pequeños, mañana será uno grande. La única forma de ser humilde ante la impaciencia es sentirme impotente ante ella; saber que siempre que se manifiesta pierdo; ahora el daño ha sido pequeño, cuando sea grande, el sufrimiento será mayor. Lograr sentir cómo me encuentro en cada momento, saber que siempre que estoy alterado, lo que manifiesto es de forma conflictiva. Mis derrotas ante la impaciencia no tienen que ser solo en los grandes problemas, tienen que comenzar ante los pequeños, solo si no le doy ninguna posibilidad de manifestarse, derrotándome incondicionalmente ante Ella, es cuando podré liberarme de la impaciencia. Solo por hoy no voy a dejar que se manifieste la impaciencia, me derrotaré ante todo tipo de comportamientos, personales, familiares, sociales, profesionales, que me hagan ir con prisas, que quieran acabar los asuntos, ya, que quieran solucionar los problemas, ya. Derrotándome ante lo pequeño lograré hacerlo ante lo grande; me acercaré a la buena vida.
