El Programa. Paso Siete CXXIV

La ambición me ha llevado a mi parte mala, esa que no le vale con querer ser mejor, es la que quiere ser más, más listo, con más personalidad; tener más, más poder, más riqueza, que me quieran más. A esa parte no le vale con querer ser mejor persona, tratar mejor a los demás, mejorar en el trabajo, mejorar en las relaciones con los demás; la ambición es la que me ha llevado a buscar atajos, intentar que me quieran más, no haciéndome valer, sino manipulando, imponiendo. La ambición junto con la impaciencia me hacen la vida peor, más superficial, utilizando caretas para conseguir lo que quiero, lo antes posible. El precio a pagar por la ambición es la soledad; una vida llena de prisas, donde para conseguir lo que quería recurría a mis defectos de carácter. Llevo 26 años trabajándome, desde entonces he podido ir parando esta forma de vida, que lo que estaba haciendo es autodestruirme; hacer lo que quería en vez de lo que me convenía. Hay valores, como la ambición, que aunque la sociedad los difunda, a mí me perjudican. Desde hace tiempo que he identificado a la ambición como un defecto de carácter, esos que hacen daño, a mí, a los demás. La ambición junto con la impaciencia quizás sean de los peores, aparece como algo deseable, sin embargo es la que desata, la que potencia a los demás defectos, la que los provoca para hacer que se manifiesten. Dejarme guiar por el valor de mejorar, sin prisas; derrotarme ante la ambición me acerca a la buena vida.