Hay momentos en los que veo como todo se va viniendo abajo, mis ánimos no me acompañan. Ahora sé que son días malos, habrá otros que sean buenos; pero porqué me cuesta tanto aceptarlos, dejarlos pasar, no darles tanta importancia, no dramatizarlos; temer a que caigamos en barrena, a que no nos podamos levantar, a sufrir. Es en estos momentos cuando necesito toda la ayuda posible, de los grupos, de El Programa, de mi Poder Superior, tener sano juicio, poder discernir de entre lo que quiero lo que me conviene. No caer en la autocompasión, no dejarme llevar por la apatía, el desánimo. Lo que importa no es lo que consiga sino lo que me haga mantener mis buenas relaciones, esas que me acercan a la buena vida. Es en los momentos de tensión cuando comienzan a aparecer la parte mala, la mía, la de los que están conmigo. El Programa no me hace inmune a los golpes; lo que me aporta El Programa es que cuándo esos golpes me desequilibran vuelvo antes al equilibrio. Hay momentos, días en los que se acumulan esos golpes, siento que me vengo abajo, que todos los que están cerca de mí se vienen abajo; es en esos momentos cuando El Programa me dice que me salga de mí, que deje de mirar por lo mío, que me centre en ayudar a los que están conmigo, no como a mí me gustaría, sino evitando hacerles el mal por querer hacerles el bien; sin mostrar mi impaciencia. Seguir avanzado en mi recuperación, a pesar de retrocesos, me acerca a la buena vida.
