Necesito ir desenmascarando a mi enemigo, la impaciencia. Sus formas de manifestarse son muchas, unas sin consecuencias aparentes, otras con graves conflictos. Estaba trabajando, una persona me ha pedido un favor, enseñarle cómo se hace una cosa, he dicho que sí, ahora toca explicarlo, se ha ido complicando, notaba cómo la persona no se enteraba como a mí me habría gustado, se me ha ido manifestando la impaciencia, mi tono de voz ha ido subiendo, mi intransigencia apareciendo, perdiendo mis formas, esta vez no ha habido consecuencias, solo ha sido otro ladrillo en el muro que nos podría llegar a separar. Esta vez la he podido identificar. No se trata de decir a todo que sí, anteponer los intereses de los demás a los míos, se trata de poder dar un paso atrás, derrotarme ante las manifestaciones de impaciencia con palabras que transmitan, humildemente, mi incapacidad de afrontar el asunto en ese momento, pidiendo dejarlo para otra ocasión, eso antes de recaer en la impaciencia. Saber en qué no puedo meterme, decir, hacer, aunque mis propósitos sean buenos acabo haciendo daño. Buscar mi sano juicio para saber que aunque en ese momento quiero ayudar, lo que me conviene es aplazarlo. Las manifestaciones de la impaciencia están basadas en que las cosas se digan, se hagan como yo creo que es mejor. Poder conocer cómo se manifiesta la impaciencia, derrotarme ante ella me acerca a la buena vida.
