El Programa. Paso Siete XXXIV

Durante años, antes de llegar a los grupos, mi autodestrucción era una actitud que se había convertido en hábito. Desde que entré en contacto con El Programa me he ido liberando de las cosas que me hacían daño, comencé a cambiar ese hábito. Hoy ya no lo siento así, puedo buscar dentro de mí los orígenes de lo que intenta autodestruirme. Lejos han quedado esos comportamientos de la autocompasión, donde el dolor que me producía lo utilizaba para reivindicar mi egoísmo, mi resentimiento hacia los demás, donde todo el sufrimiento que sentía me servía para echarles en cara la falta de tacto al no tratarme como yo quería. Mi propia autodestrucción me daba placer, autoafirmarme en el papel de sufridor, querer tener por ello más derechos que otros. Afortunadamente mi capacidad para soportar el dolor no llegó hasta la total autodestrucción, antes de ese momento apareció mi humildad pidiendo ayuda. Cuando entré en los grupos no tardé en ver lo que la autocompasión me estaba haciendo, fue cuando me di cuenta de que era uno de mis comportamientos que más daño me hacían; era un empeñarme en morir con complacencia. Desde entonces el sufrimiento lo veo como algo a lo que hay que hacer frente; cuando me llegue lo malo será inevitable sufrir, sin que por ello, ahora, lo dramatice, cayendo en la autocompasión como refugio para exigir a los demás lo que no están dispuestos a dar. En esto me ayuda mi Poder Superior, la Naturaleza, desdramatizar mi sufrimiento, Ella me acerca a la buena vida.