No sabía lo que me esperaba “Humildemente le pedimos que nos librase de nuestros defectos” Tomé la decisión de trabajarme tres de los defectos de carácter que vi en el Paso Seis, la Ira, los Celos y la Envidia. Eran ellos los que, en esa época, me mantenían separado de los demás, los que más daño hacían, a mí, a los demás. Comencé un camino sin saber cuánto tiempo me llevaría llegar al final. Al comienzo de este Paso Siete fue cuando escribí mi primera oración, donde, cada día, me pido derrotarme ante la Ira, sabiendo que siempre me arrepiento aunque lleve razón, donde me pido derrotarme ante los Celos siendo generoso en el amor físico y afectivo; derrotarme ante la Envidia de querer ser como los demás para que me quieran más. Un día tras otro me veía cayendo de nuevo en ellos, me desesperaba, no veía que eso funcionase, continuaba haciendo daño, mis defectos tenían más fuerza que mis propósitos de derrota. Entonces los remordimientos se hacían más insoportables al saber que debería haber evitado esa situación; ya no podía huir de ellos, hacer como que no los veía, ya los había desenmascarado, ahora aparecían con toda su crudeza, ya no podía apartarlos de mi cabeza, ellos eran mi obsesión. Tuve que reencontrarme con la humildad para aceptar que yo solo no podía, necesitaba la ayuda de un Poder Superior, Dios, la Naturaleza, de personas que buscaban lo que yo, la buena vida.
