En algún momento de mi niñez, mi exceso de peso me ocasionó enfrentamientos, aislamiento, rechazos, comencé a cerrar mi corazón a los demás, estaba como en guardia de posibles ataques; esta actitud se acabó haciendo hábito; siempre con reservas, no quería verme, otra vez, vulnerable; por miedo al rechazo me hice una coraza en la que mantenerme a cubierto; así, acabe viendo más la parte mala de las personas. Ha sido desde que entré a los grupos cuando esta actitud comenzó a cambiar, primero por mí, dejar de hacer cosas que provocaban dolor, a mí, a los demás. Este paso me llena de buenos sentimientos, me hace ver lo bueno de mí, de las personas, me facilita conectar con mi yo más amoroso, con el de los demás. Es un paso que me ayuda a superar el temor a lo que pueda pasar, a lo que puedan pensar los demás, a cómo me puedan tratar, solo me pide que ponga toda mi buena voluntad en lo que haga, que suelte el resultado. Era por los rechazos de algunas personas, las menos, por lo que antes me aislaba de todas, ahora la parte buena de las personas me aporta mucho más que los posibles rechazos. Son ellas las que me hacen sentir la alegría de vivir, sentir que formo parte de todo lo que vive, animales, vegetales; sentirme uno más de la Naturaleza es lo que da más sentido a mi espiritualidad, lo que me llena de un amor hacía la vida que consigue moverme a conectar con los demás, con la Naturaleza, con la buena vida.
