A la felicidad solo puedo aspirar por momentos, se trata de fomentar esos momentos. Si logro juntar varios momentos puedo conseguir un estado de felicidad, que será más largo cuantos más momentos pueda juntar. La felicidad es el mayor estado al que puedo aspirar en mi búsqueda de la buena vida. En un mismo día puedo pasar del sufrimiento a la felicidad sin que haya habido cambios importantes en mi vida, ni fuera de ella; todo depende de mi actitud, de cómo me tome las cosas. Sentir que todo está bien, que estoy conforme con lo que soy, con lo que tengo, con la vida. Hay dos cosas que me ayudan a tener esos momentos, una es poder derrotarme ante mis defectos de carácter, como la impaciencia, ellos son los que me obstaculizan los estados de felicidad. La otra cosa es mi sano juicio, ese que no hace lo que quiero sino lo que me conviene, lo que no me perjudica, ni me hace daño; el sano juicio es el que me ayuda a que haya más momentos de felicidad en el día. Para que estas dos cosas las pueda hacer es necesario conocerme, haber observado los comportamientos que me hacen daño, mis defectos de carácter; saber elegir lo que me conviene. Una vez que logro tener cubiertas mis necesidades básicas, lo que más importa para que tenga momentos felices es sentirme unido con los demás, sentirme apreciado por las personas que yo quiero. Por eso derrotarme ante la impaciencia es tan importante, es la causante de muchos conflictos, es la que me pone barreras ante los demás, ante la buena vida.
