Paso Diez XXXV, Paso Ocho I

Mi experiencia en este paso es que las relaciones que se estropean con el tiempo, necesitan otro tanto para repararlas. El daño que he hecho en meses, años, no puedo arreglarlo en una tarde de arrepentimiento sincero. No repararé porque quiera sino porque pueda; no me vale con querer reparar, tengo que tener algo con lo que reparar. He podido ver cómo para dar amor tengo que tenerlo para mí mismo, para dar dinero tengo que tenerlo, para dar cosas que la hagan la vida mejor primero tengo que tenerlas yo. Es fácil reparar cuando a la persona no la volveré a ver, no está dentro de mi círculo próximo, cuando no convivo con ella. He visto cómo la impaciencia ha hecho que se intenten reparaciones que no solo no han mejorado la relación sino que han destapado heridas mal curadas, resentimientos lejanos. Para hacer una verdadera reparación no me basta con hacer una lista e ir tachando a las personas de ella. Es aquí cuando la actitud de derrotarme ante la impaciencia consigue resultados más seguros, duraderos. Para poder, no solo que me perdonen, sino poder yo también perdonar, necesito tener buenos sentimientos hacia mí mismo. Es difícil perdonar a otro si yo estoy mal, con una vida que no me gusta. Necesito tener para dar. Necesito haberme perdonado a mí mismo, tener un sentimiento de amor hacía mi, haberme creado una vida con la que me sienta a gusto. Esto puede parecer difícil, pero más difícil es convivir bien con personas que han padecido mi relación tóxica. El Paso Ocho me señala un camino difícil, pero en mi caso estoy agradecido de haberlo comenzado, de haberme acercado a la buena vida