Toda mi vida ha sido dentro de un entorno artificial, cómodo, desequilibrante, necesario. Tuve la suerte de que mis padres me apuntaron a un grupo de montañeros infantiles, duró poco, pronto mi camino se desvió por la zona oscura, afortunadamente la semilla estaba plantada. Ahora la montaña me ha cambiado la vida, me ha permitido reencontrarme conmigo, encontrar a otras personas que como yo valoran vivir mejor. Juntos nos sentimos afortunados de poder compartir nuestra compañía en este entorno que logra sacar lo mejor de nosotros. Esta actividad hace mejorar mi atención ante todo, permite a mis sentidos ser mas receptivos, ver con otra mirada los paisajes, escuchar el sonido de la montaña, sentir la calma, el peligro, sentirme parte de ella, sentir mi insignificancia, desdramatizar mis problemas; en ella tomo consciencia de que solo tengo mi sano juicio para intentar evitar que me pasen cosas malas, me pide que cuando lleguen las acepte, que mejore a partir de la nueva situación, sin autocompasion. La montaña logra que mi salud mejore, respirando un aire limpio, mi cuerpo se mantiene activo, más fuerte. Me conecta con mi yo, con mi parte más espiritual, la que hace sentirme parte de todo, la que equilibra mis emociones, la que hace que sienta que la Naturaleza me ayuda, de que todo está bien. En la montaña logro ser consciente de mi situación, me ayuda a tomar los caminos que van a mi favor, esos que no me autodestruyen; me acerca a la buena vida.
