Cada vez veo más lejos esos sentimientos de aislamiento, de recelo ante los demás, cada vez me siento más conectado con toda la Naturaleza, con todas las personas, siento que son mis compañeros de viaje en esta vida, que hay muchas cosas que nos unen, la bondad, compasión, solidaridad, amor, amistad, cariño, la generosidad, el afecto; que las que nos dividen, el odio, envidia, celos, ira. Sé que en los peores momentos, de catástrofes, la mayoría de las personas se ayudan unas a otras; son una minoría, las que más ruido arman, a las que más se las oye, las que actúan de forma egoísta. Es a esa parte buena de las personas, silenciosa, anónima, a la que me siento unido, a la que muestro mis mejores sentimientos, mi afecto. Aunque sé que todos tenemos nuestra parte oscura, la que hace daño, es nuestra parte noble la que se manifiesta las más de las veces, la más habitual y sin embargo la que pasa más desapercibida. Sentir esta conexión con el resto de las personas me da más vida, me hace estar más alegre, saca lo mejor de mí más veces, me permite empatizar con los demás; sentir su humanidad me hace más humano, más razonable, me permite ser más libre de hacer lo que me conviene, para mí, para los demás; me aleja de comportamientos que me incitan a la impulsividad, a la reacción ante los acontecimientos que afectan a mis emociones. Parar, pensar, hacer esto me ayuda a conectarme más sabiamente con los demás, me ayuda a encontrar la buena vida.
