veo que he mejorado en mis relaciones pero siento que están sobre una base frágil. Necesito seguir practicando el Programa de los Doce Pasos para consolidar mis nuevos hábitos. Noto como todavía hay una parte de mí que se resiste a no manifestarse, la intolerancia a comportamientos autocompasivos, a las formas de manifestaciones propias de los ancianos, el conformismo con los fallos en el trabajo. Me imagino que será por no aceptar que yo también estoy envejeciendo, que no cumplo todo lo que puedo en el trabajo, que mi forma de decir y de hacer están cambiando. No lo veo claro, sé que necesito trabajarme el rechazo que me produce comportamientos de personas cercanas, en el trabajo, en mi familia, sin que sea nada grave, sí entorpece mi avance hacia las relaciones sanas y afectuosas. Cuando en el trabajo veo que la persona tiene muchos fallos seguidos, que está como despistada, que lo que dice no aporta nada a lo que se intenta solucionar; entonces, sin que mi razón sea la que justifica mi forma de reaccionar, mis palabras salen de mi boca con la intención de censurar, pero no desde el amor, sino desde el reproche, desde una moderada ira, con un tono de agravio. Hablar a la otra persona así es hablarme a mí mismo así; yo mismo me veo despistado, falto de disciplina en el trabajo; parece que es como si el reproche que hago a la otra persona me lo estuviera haciendo a mí mismo. Tratarla mal es como tratarme mal a mí mismo. Necesito recuperar la actividad laboral para poder tratar bien a mis compañeros. Al sentirme bien conmigo, cuando haya una crisis en el trabajo, puedo hablarles desde el amor para que mis palabras sumen, construyan, unan, y conseguir pasar la crisis por el camino de las relaciones sanas y afectuosas, no por el camino del conflicto. Aunque los resultados no sean los ideales, siempre podré estar bien conmigo y con los demás, y eso en sí mismo es un logro.
