Ayudar a mi pareja aunque la manifestación de su sufrimiento sea haciendo daño. Cuando vamos envejeciendo nuestro cuerpo se resiente, con dolores que antes no teníamos; esto nos hace sufrir, y lo que decimos y hacemos tiende mas a la queja, a la crítica, a la protesta, todos nuestros defectos de carácter se agudizan para manifestar nuestro dolor. Esto hace que la convivencia entre personas mayores, en general, sea más conflictiva.
Mi intención es ayudarla, y una de las maneras que veo es practicando el silencio. Pero no un silencio donde cada uno esté con nuestros pensamientos y no sintamos que estamos juntos. Sino un silencio viviendo el momento presente, donde yo pueda estar en contacto real conmigo, y a la vez pueda sentir su presencia.
Para lograr esto necesito practicar los primeros cuatro pasos de meditación. Una de las misiones en mi vida es ayudar a mi pareja a que sufra menos pero protegiéndome para no verme afectado por las manifestaciones de su dolor.
No creer que ya no soy codependiente, mantener la guardia alta para evitar recaer en ella. Cuando, después de largo tiempo, he logrado crearme una vida que me gusta, es posible que la persona más cercana comience a dudar de ella misma. Esa desconfianza hacia ella misma se manifiesta desconfiando de la persona que tiene más cerca. Mi codependencia se ve en peligro al invertir los papeles, y querer volver a ser el que hace lo que la otra persona quiere para sentirme querido. Esta actitud mía es tóxica ya que la otra persona nunca dirá, hará o se comportará como yo deseo, por lo que me veré de nuevo abocado a la recaída; poniendo en peligro mis frágiles avances. El hecho de que la otra persona manifieste una demostración exagerada de que me necesita para estar bien no me tiene que impedir ser fiel a mi mismo.
