El mayor enemigo de mi sano juicio es mi ego. Mi ego me dice qué quiero decir, hacer, conseguir, lo que sea, y en muchos casos mi sano juicio me dice que no me conviene.
A mi ego no le basta con disfrutar de las cosas buenas de la vida que me proporcionan mis sentidos. Al abrir los ojos poder ver el espectáculo de formas y colores. Al oír los sonidos de la naturaleza. Al disfrutar de la multitud de olores. Al saborear la comida. Al sentir el sol y el viento en mi piel.
A mi ego tampoco le es suficiente con estar en compañía de las personas más queridas, ni de tener un sitio donde dormir. A mi ego no le vale ser consciente del milagro que es estar vivo.
Mi ego necesita más, y es ahí cuando necesito tener sano juicio para poder ver si lo que mi ego me está pidiendo es bueno para mí o me puede perjudicar.
No acepta a los demás como son, mi ego quiere que le traten, que le digan, que hagan cosas determinadas para encontrarse bien. Mi ego busca mejorar mi economía aunque tenga que hacer cosas que me generan estrés, ansiedad. Quiere seguridad aunque eso suponga renunciar a vivir nuevas experiencias.
En este Paso Once estoy experimentando una nueva forma de vida. Desde el desapego me siento más ligero y libre, comienzo a ver que se puede vivir de otra manera, sin tantas ataduras a lo material, y donde la relación con los demás se convierte en un placer, sin que se tengan que ajustar a lo que mi ego quiere de ellos.
