La ética budista nos enseña su Quinto Precepto. La esencia de su mensaje es que para liberarnos de lo tóxico debemos poner un vigilante a cada sentido, en la boca para no ingerir sustancias que nos perjudiquen, en los ojos y oídos para no ver ni oír mensajes e imágenes que alimenten la parte nuestra con la que hacemos daño, en la mente para no dejar que se asienten pensamientos destructivos.
Desde que abandoné mi niño interior, creyéndome que no era vulnerable ante muchas cosas, e ido cayendo en enfermedades, unas muy evidentes para todos, como la enfermedad del alcoholismo, y otras más difíciles de ver, como la enfermedad de la ira, de la desconfianza, de los celos, de la envidia, de la impaciencia, y como toda enfermedad se manifiesta haciendo daño. Al cuidarme como cuidaría a mi niño interior puedo protegerme.
