En este Paso Once estoy experimentando, a través de la meditación al cuerpo, cómo practicar la atención a la respiración me permite relajar mi cuerpo. Comienzo a darme cuenta que para tener una buena relación conmigo, con los demás, necesito, antes que calmar mi mente, poder calmar mi cuerpo. Veo cómo la manera de llegar a mi mente es a través de mi cuerpo. Cada vez soy más consciente de lo vulnerable que soy; todo lo que me entra por los sentidos, lo que oigo, lo que veo, huelo, lo que como, lo que siento puede alterar mi cuerpo sin yo darme cuenta de ello, solo manifestándolo de forma tóxica con pensamientos, con lo que digo, lo que hago, esa es la evidencia de cuándo mi cuerpo y mi mente se han alterado. Al vivir de forma constante en ese estado me parece normal, pero no, mi estado normal no es ese, es el de la tranquilidad, el de la calma, el del amor, hacia mí mismo, hacia los demás. Poder relacionarme mejor, tener relaciones más sanas y afectuosas a través de relajar mi cuerpo. Eso me permite ver, oir, sentir sin reaccionar. Me permite tener una actitud más compasiva hacia la parte mala de los demás, hacia la mía. Poder darme unos momentos, antes de relacionarme con los demás, para llevar la atención a la respiración, con este simple gesto consigo relajar mi cuerpo y de forma inmediata se relaja también mi mente; es así como logro tener una buena relación con los demás, como puedo transmitir unas buenas sensaciones que no solo me benefician a mi, sino a los que están conmigo, pudiendo ayudarme, ayudarlos a sacar su mejor parte. La práctica es muy sencilla, solo necesito tener más presente a mi cuerpo, dedicarle más atención, en general durante todo el día y en concreto antes de tener relaciones con los demás, dedicar dos o tres minutos para llevar mi atención a la respiración, sentir cómo el aire entra en mi cuerpo y lo recorre hasta el final para comenzar a salir al exterior, sin prisas, sin forzarlo, solo sintiéndolo, solo reconociéndolo. Relajar mi cuerpo me acerca a la buena vida
