Toqué fondo.“Admito mi impotencia ante mi problema, mi vida se había vuelto ingobernable”. Mi problema me hizo perder la autoestima, mi dignidad, cada día me proponía superarlo pero no lo conseguía, un día tras otro, un año tras otro notaba que me estaba destruyendo de la manera más cruel, lentamente. Me venían pensamientos suicidas, aunque no quería seguir viviendo así, no creo que hubiera tenido el valor de matarme. Llegar a un sitio, ver que hay un grupo de gente que me dice que ha pasado por lo mismo, que también eran impotentes ante su problema, que sus vidas se habían vuelto ingobernables, sentirse derrotados ante el mismo problema por el que me ha llevado allí, el que a ellos también antes les llevó allí. Verlos con caras de satisfacción, sentí un gran reconocimiento de mi problema en ellos, me he visto reflejado; he sentido un gran alivio al saber que hay una salida a mi situación desesperada, algo a lo que sujetarme. En ese momento sentí una profunda y honesta derrota ante mi problema, me encontré impotente ante él, sabía que mi vida se había vuelto ingobernable, una vida que no quería seguir viviendo, así no. Ellos me demuestran con sus rostros, con sus testimonios, que hay una salida, sólo por 24 horas, me dicen que no me marque más objetivo por esas 24 horas que el vivir sin caer en lo que me hace daño, sólo por hoy. Algo milagroso se produjo cuando entré por esa puerta, sentí que una gran parte de mí moría pero nacía otra, sentí que siendo el mismo era diferente. Supe que había encontrado el sitio donde podría tener una vida que quisiera vivirla, una buena vida.
