Veo cómo mejoro ante este defecto de carácter, la impaciencia, cómo voy teniendo menos conflictos, cómo me voy acercando a la buena vida. Hice un acto de humildad, me derroté ante la impaciencia. Iba a hacer una crítica, me detuve, sufrí sin actuar, pensé que no era el momento, que eso mismo lo podría decir más adelante, con más calma, con mejor receptividad de la otra persona. Hay pasos que me enseñan lo que debo trabajarme; los que me hacen recordar todos los días, en mi oración diaria, las cosas que tengo que hacer para estar mejor; se llegan a convertir en algo que necesito; logran que mis veinticuatro horas las viva teniendo presente lo que me acerca a la buena vida; son unos propósitos que cuando los practico me siento mejor, veo cómo no me agredo, cómo mejoran las relaciones con los demás, se vuelven más sanas, afectuosas. Un asunto aparece, estamos varias personas implicadas, ellos lo solucionan bien, yo me noto alterado, siento que me voy a manifestar de malas formas, sufro sin actuar, lo dejo para otro momento, pasan unos días, pienso en la mejor forma de decirlo, no logro saber cuál, lo dejo para más adelante, pasan los días, por fin doy con ella, ahora sé cuál es la mejor forma de plantear el asunto; espero a que la persona esté receptiva, estoy tranquilo, sé lo que voy a decir, cómo lo voy a decir, he buscado el mejor momento; se ha resuelto de la mejor manera que me podría haber imaginado, no solo no ha habido conflicto, sino que ahora me siento más cercano a esa persona. Otra vez la humildad ante la impaciencia me acerca a la buena vida.
